Durante años se ha pensado que la Educación Física era una asignatura destinada solo a “cansar” al alumnado o a liberar energía. Sin embargo, la ciencia lleva tiempo demostrando que el movimiento es mucho más que ejercicio: es una herramienta poderosa para el aprendizaje y el desarrollo cerebral. Moverse no solo fortalece los músculos, sino también las neuronas.
🚶♀️ El cerebro se activa cuando el cuerpo se mueve
Cuando nos movemos, el flujo sanguíneo hacia el cerebro aumenta, lo que mejora la oxigenación y el transporte de nutrientes esenciales para las neuronas. Este proceso estimula la producción de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), una proteína que favorece la formación de nuevas conexiones neuronales, la memoria y la plasticidad cerebral.
👉 Investigaciones de la Universidad de Illinois (Hillman, Erickson & Kramer, 2008) demostraron que los niños físicamente activos presentan mejor atención, memoria de trabajo y rendimiento académico que aquellos con menor nivel de actividad. Es decir, el movimiento prepara al cerebro para aprender.
🧩 Moverse mejora la concentración y la gestión emocional
La actividad física no solo impacta en la parte cognitiva, sino también en la emocional. El ejercicio favorece la liberación de dopamina, serotonina y endorfinas, neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo, reducen la ansiedad y aumentan la motivación.
Un estudio de la Universidad de Stanford (Oppezzo & Schwartz, 2014) comprobó que caminar aumenta la creatividad en un 60%, en comparación con permanecer sentado. En otras palabras: moverse literalmente ayuda a pensar “fuera de la caja”.
En el aula, esto se traduce en una mayor capacidad para mantener la atención, regular emociones y resolver problemas de forma más flexible.
🧠 Educación Física: una actividad también para el cerebro
Desde la neuroeducación se defiende que el aprendizaje corporal refuerza los procesos cognitivos. Antonio Damasio, neurocientífico y autor de El error de Descartes (1994), sostiene que “no pensamos solo con el cerebro, sino con todo el cuerpo”. Cada gesto, equilibrio o coordinación estimula áreas cerebrales implicadas en la planificación, la toma de decisiones o la memoria espacial.
Por eso, la Educación Física escolar debería entenderse como un espacio de aprendizaje integral, donde cuerpo y mente trabajan juntos. Juegos de coordinación, actividades rítmicas o dinámicas que combinan movimiento con memoria o atención son excelentes para reforzar el aprendizaje global del alumnado.
🌱 Moverse para aprender mejor
Incorporar el movimiento en la rutina escolar —ya sea mediante pausas activas, aprendizaje cooperativo en movimiento o sesiones regulares de Educación Física— ayuda a mejorar el rendimiento general del alumnado.
La OMS (2020) recomienda al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o vigorosa en niños y adolescentes, no solo por salud, sino también por bienestar cognitivo y emocional.
💬 En resumen
Moverse no es una distracción del aprendizaje: es una condición necesaria para que el aprendizaje ocurra.
Cada salto, carrera o juego en el patio fortalece no solo el cuerpo, sino también las redes neuronales que sostienen la atención, la memoria y la creatividad.
La Educación Física, por tanto, no “quita tiempo” a las materias teóricas: las potencia. Si queremos mentes despiertas, necesitamos cuerpos en movimiento.
🧭 Fuentes consultadas:
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Hillman, C. H., Erickson, K. I., & Kramer, A. F. (2008). Be smart, exercise your heart: exercise effects on brain and cognition. Nature Reviews Neuroscience, 9(1), 58–65.
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Oppezzo, M., & Schwartz, D. L. (2014). Give your ideas some legs: The positive effect of walking on creative thinking. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition, 40(4), 1142–1152.
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Damasio, A. (1994). El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Crítica.
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Organización Mundial de la Salud (2020). Directrices sobre actividad física y hábitos sedentarios.