Quiero compartir con vosotros un artículo de la profesora Pilar Román el cual, me ha parecido muy interesante:
Si somos sinceros
muchas veces no todo lo que enseñamos se aprende. Podemos pasarnos una semana
enseñando sin que nadie aprenda nada. La diferencia entre enseñar y aprender es
lo que realmente debe preocuparnos. He de confesar que cuando das tus primeras
clases como profesor tu intención es enseñar. Enseñas lo que sabes, lo que tú
has aprendido. Pero, sin duda, cuando llevas años entrando en las clases no
puedes seguir pensando en enseñar, sino que has de empezar a preocuparte
de que tus alumnos aprendan.
El comportamiento
del profesor es uno de los factores individuales más importantes que determina
el comportamiento del alumno. Nuestra forma de estar en clase enseña mucho más
de lo que pueda enseñar lo que digamos. Salta a la vista la falta de interés y
motivación de los alumnos ¿Cómo podemos motivarlos? Para ello debemos
esforzarnos.
En nuestras
clases entran alumnos que reciben información, la que nosotros vamos explicando
en la pizarra, hay otros que la procesan y finalmente están los que se
entretienen y se divierten. Una vez leí que debemos recurrir al cerebro
emocional para que después, sólo después, se abra el cerebro intelectual.
En este mismo
artículo se explicaba que el aprendizaje es un proceso que comprende cuatro
fases: la primera, en la que uno no sabe que no sabe; segunda, en la que uno es
consciente de que no sabe (es aquí donde realmente se encuentran nuestros
alumnos); la tercera, en donde se aprenden hábitos nuevos e incluso uno
se plantea ‘no sabré hacer esto’; y, finalmente, la última fase de competencia
inconsciente en la que uno piensa que las nuevas habilidades pueden ser
fáciles. Además, se puntualizaba que la necesidad de motivación no es tan
necesaria en la fase 1 y 2 pero que en las otras es necesaria la motivación.
De ahí que la motivación resulta esencial para aprender nuevos conocimientos y los profesores debemos ayudarles a que deseen adquirirlos, a diferenciar los conocimientos buenos, a saber qué hacer con ellos.
En las
redes sociales
Hoy en día las
redes sociales acaparan la vida de los jóvenes y no tiene por qué ser malo si
les ayudamos a usarlas. ¿Alguien les ha enseñado qué conocimientos buenos
pueden adquirir en Facebook, Twitter, Tuenti u otros? Aquí reside nuestra
función de educadores. ¿Por qué no compartir apuntes, trabajos o
exposiciones? No podemos dar la espalda al tiempo en que estamos. Aquí
hay algo que nos desfavorece y es que los alumnos ¿hasta qué punto
quieren hacer un buen uso de los conocimientos en las redes sociales? Una vez
leí una historia de Sócrates, quien llevó a la orilla del mar a un alumno que
le había preguntado cómo podía ser tan sabio como él. Sócrates se fue con el
alumno al mar y le sumergió la cabeza en el agua, hasta que el muchacho
consiguió librarse y sacarla. Entonces Sócrates le preguntó ¿qué querías cuando
estabas bajo el agua? “Aire”, respondió el discípulo. A esto el maestro
contestó “esto es lo que se requiere cuando se desea la sabiduría” Está claro
que hay muchos alumnos que no desean “aprender” y aún así, no debemos sólo
aceptarlo sino proseguir.
En definitiva,
quizás como decía Goethe “si te acepto tal como eres, te haré peor; sin
embargo si te trato como si fueras lo que eres capaz de llegar a ser te ayude a
llegar a serlo”.
Fuente:
Pilar Román, profesora de
Lengua y Literatura del Colegio Escolapias, en Gandía, Valencia
Revista Educación 3.0
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